lunes, 15 de diciembre de 2008

Beetlejuice: Un bicho dando jugo

Título: Beetlejuice
Año: 1988
Director: Tim Burton
Reparto: Michael Keaton, Winona Ryder, Geena Davis
Premios: Óscar por mejor maquillaje

“¡Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice!” dije en tantas oportunidades y nunca vino el maldito mono. Cuando vi la película, hace muchos años, juraba de guata que si lo llamaba tres veces iba a salir de su maqueta para venir a jugar conmigo y que me iba a entretener admirando sus paranormales trucos. Menos mal que nunca apareció, porque quizás me hubiese convertido en una víbora depredadora -como la que comía muertos en la cinta- y ahora actuaría en algún film bizarro de bajo presupuesto.

La cosa es que este estrafalario zombie no era de los trigos más limpios, pero tenía algo que me cautivó. No era que tirara pinta ni nada por el estilo, al contrario, si era más feo que mandar a la abuela a comprar droga. Lo que pasa es que no se trataba del típico fantasma chanta del cine ochentero, Beetlejuice tenía más onda. Era gracioso, eufórico, fresco, aunque también medio cochino y maleducado; tiraba tallas de grueso calibre, comía bicharracos y hasta le hacía honor al Pato Yánez. Algo así como ese amigo medio barsa que se manda las secas embarradas, pero que lo seguimos invitando a los carretes porque tiene chispa.

La parte latera de la historia giraba en torno a un matrimonio de fantasmas novatos que quería echar a la siútica familia que llegó a vivir a su hogar. El par de ánimas, jóvenes e inexpertas, debía pasar más de 100 años viviendo en la morada antes de descansar en paz y obviamente no estaban dispuestos a compartir su territorio. Como no cachaban bien cómo asustar, decidieron pedir ayuda a un “bioexorcista” o exterminador de vivos. Ahí es cuando entra en escena Beetlejuice o “Jugo de Escarabajo” para los que no le pegan al inglés.

Como sea, para mí lo interesante nunca fue la trama. Le doy los créditos al mismísimo zombie, que tenía mejor curriculum que Chucky, que vio 167 veces "El exorcista" de William Friedkin, y que llevaba ¡600 años de abstinencia sexual!... Pobre muertito, con razón era tan hiperventilado.
Pensándolo bien, esta cinta -que data de 1988- era bien pokemona. Había que mirar a los personajes no más para darse cuenta. Lydia -la hija no siútica de la familia siútica- con esa pinta dark-emo-gótica-alternativa hubiese pasado piola en los tribunales o en la Plaza de Armas. Igual que el mismo Beetlejuice con sus ojos pintados, el pelo escarmenado tipo barbie vieja, su bronceado a lo hawaiian closet y con esas manchas cerca de las orejas que parecían expansiones... Habría causado furor en la Blondie. Lo único que tenía en común con otras bestias de películas de terror era el traje a rayas, comprado en la misma liquidación de ropa usada que el chaleco de Freddy Krueger.

En fin, esta película es bastante original para su época. No tiene el gran argumento, ni es para verla cinco mil veces, pero desborda creatividad y humor. A ver si alguna vez tengo mi propio “Bitelchús” que extermine a los que quieran avivarse.

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